
Una flor venenosa bajo la alfombra corporativa
Mandrágora, de Camilo Pino, es una novela que empieza como un susurro y termina como una alucinación. Es también un espejo deformante: nos obliga a ver lo que preferimos ignorar —nuestros deseos más mezquinos, nuestros miedos más íntimos, nuestras derrotas más silenciosas— a través del cristal de una sátira oscura y profundamente original. Si uno empieza creyendo que está ante un retrato mordaz del mundo empresarial latinoamericano, pronto se da cuenta de que eso es apenas el disfraz superficial de una historia mucho más inquietante. Las formas del contagio Desde su primera escena —una noche de sexo tarifado en un hotel sórdido de Buenos Aires—, Mandrágora instala una tensión subterránea
![]()








