Ni bárbaras ni Malinches: las narradoras del desarraigo

 

En los Estados Unidos, donde el idioma puede ser frontera, y la nostalgia, un segundo idioma, esta antología levanta la voz de dieciocho escritoras hispanohablantes para declarar que no son ni bárbaras ni Malinches. El título es ya una provocación necesaria: en él se conjuran dos de los estereotipos más arquetípicos y violentos sobre la mujer latina —la salvaje y la traidora—, y se los subvierte con literatura.

Editada por Fernando Olszanski y publicada por Ars Communis, esta recopilación es un gesto coral, urgente y político. No solo reúne narradoras de nueve países latinoamericanos residentes en EE.UU.; también apuesta por una diversidad estética y temática que nos recuerda la pluralidad de la experiencia migrante: desde la ternura hasta el trauma, desde la sátira hasta la confesión íntima, desde lo cotidiano hasta lo fantástico.

Entre la nostalgia y la intemperie

Los textos aquí compilados no caen en el panfleto ni en el testimonio plano. Se mueven con libertad en registros literarios muy diversos, pero todos comparten una mirada aguda sobre el desarraigo. Así lo hace Liliana Colanzi en “La Ola”, un cuento que retrata con alucinante lucidez la depresión en el campus universitario de Ithaca. Colanzi transforma el dolor mental en una entidad fantasmal, omnipresente, que se cierne sobre los estudiantes como una amenaza inevitable. La fuerza del relato está en su tono contenido y su final devastadoramente bello: “Rosa Damiana se perdía a la distancia en una niebla metálica. O quizás era el océano”.

En el fragmento de “Cuarto azul”, Raquel Abend van Dalen ofrece un retrato sombrío y delicado del duelo. La protagonista, refugiada en un convento de Nueva York tras la muerte de Dawid, se agarra a los cantos gregorianos como única forma de sobrevivencia espiritual. El lenguaje poético nunca se impone al drama: acompaña, eleva. “La luz del día siempre suplicaba algo”, escribe Abend, con una tristeza contenida que atraviesa el relato.

Habitar la contradicción

Una de las joyas de la antología es el relato “A solas con mamá”, de Teresa Dovalpage, que utiliza un monólogo cargado de humor negro para abordar la salida del clóset de una hija frente a su madre. La protagonista, inmigrante cubana en Nueva York, ensaya un ajuste de cuentas amoroso y deslenguado con su madre, mientras revela con frescura sus identidades sexuales, lingüísticas y afectivas. La oralidad está tan bien lograda que uno puede escucharla leer el cuento en voz alta.

Otra pieza valiosa es “Nuestra Señora de la NFL”, de Carolina Herrera, que convierte el fútbol americano en el escenario de una crítica cultural feroz y cómica sobre los roles de género. El relato se sostiene con una voz narrativa tan irónica como entrañable, capaz de hablar de deporte y machismo, de familia y soledad, todo al mismo tiempo.

Narrar para resistir

Lo que une a estas voces no es solo el idioma ni la geografía, sino la necesidad de contar para existir, para ocupar un espacio simbólico y material en un país que muchas veces las mira con desconfianza o condescendencia. Escribir, para ellas, es una forma de arraigo.

Como bien señala Olszanski en el prólogo: “Escribir desde el desarraigo es el acto de buscar el origen de uno mismo”. Esta antología es justamente eso: una búsqueda de origen plural, femenina y  honesta. Y aunque cada cuento tiene su voz particular, todas comparten algo esencial: la conciencia de ser mujer, inmigrante y escritora en un país que las quiere poner en casillas.

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