Hay libros que nacen del rumor, como quien sigue el eco de una historia para saber si en algún lugar todavía late. El último New York Times, de Luis Alejandro Ordóñez, es uno de esos libros raros y profundamente cautivadores que parten de una pregunta improbable: ¿Y si John D. Rockefeller, el magnate, el filántropo, recibía todos los días un periódico escrito especialmente para él, con puras buenas noticias?
Esta es la historia de Benjamin White, un obrero que se convierte en redactor invisible de una edición secreta del New York Times, creada únicamente para alegrarle las mañanas al anciano millonario. Durante tres años, Benjamin escribió un periódico falso —pero conmovedoramente humano— que solo tenía un lector y ningún archivo. Y cuando Rockefeller muere, se queda con el último ejemplar en sus manos. Ese ejemplar que, como todo lo que se hace con alma, parece haber existido más allá del papel.
La edición que nunca fue
Narrada con un estilo elegante, cálido y a veces melancólico, esta novela mezcla ficción, investigación histórica, ensayo literario y homenaje a la imaginación. A través de Benjamin —personaje entrañable, lleno de dudas, de ternura, de dignidad silenciosa— asistimos al oficio invisible de inventar un mundo mejor, al menos para un hombre. Pero también, nos asomamos a la fragilidad de todo lo que no se documenta: ¿qué queda de una vida si no hay pruebas? ¿Qué significa escribir si no hay lectores?
Ordóñez construye un mundo que dialoga con autores como Saramago, Vásquez y Onetti —quienes también jugaron con la idea del periódico feliz de Rockefeller— pero lo hace desde un lugar íntimo y narrativo, con una atención minuciosa al detalle y una gran ternura por sus personajes. Benjamin, en su viaje a Cleveland para entregar ese último ejemplar al pie de la tumba de Rockefeller, se convierte en un símbolo de todos los narradores anónimos que alguna vez escribieron con fe, sabiendo que su historia podía no sobrevivir.
Un rumor que se vuelve memoria
Uno de los grandes logros del libro es su capacidad para cruzar fronteras entre lo histórico y lo ficticio sin perder profundidad ni rigor. En la segunda parte del libro, Ordóñez deja que otro personaje tome el hilo: Gilberto, un periodista deportivo portugués que, en los años treinta, intenta comprobar la existencia del New York Times personalizado de Rockefeller. Su búsqueda se convierte en una pesquisa literaria sobre el rumor, la veracidad, el periodismo, la imaginación y la memoria. Porque, como sugiere la novela, muchas veces lo que no se puede comprobar es justamente lo que más necesitamos creer.
Y al final, lo que Ordóñez logra no es solo una novela sobre una anécdota fascinante, sino una reflexión muy personal y amorosa sobre por qué escribimos, qué historias merecen ser contadas y cómo la ficción puede ser, a veces, la forma más precisa de llegar a la verdad.
Lo que permanece
El último New York Times es una novela sobre la escritura como acto de fe, sobre las historias que nacen del silencio y sobre el valor de inventar una realidad que consuele, aunque nadie más la lea. Un libro entrañable, elegante y necesario, que nos recuerda que a veces la mentira más piadosa es también una forma de amor. Y que, incluso si nadie más lo ve, todo lo que escribimos deja huella.
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