Una reseña de La Justiciera de Patricia Suárez

La sombra del poder y la dignidad de resistir

En La Justiciera, Patricia Suárez nos invita a recorrer Carmen de Patagones, un pueblo de la pampa que parece adormecido pero que late con tensiones ocultas. Allí aparece la comisaria Silvana Mangano, a cargo de la Comisaría de la Mujer, en un puesto que muchos consideran innecesario. Entre la hostilidad de colegas machistas, las sospechas del pueblo y sus propios fantasmas personales, Mangano recibe el regalo envenenado de su primer caso: un cadáver sobre las vías del tren, con un disparo limpio en la frente.

Una protagonista en lucha constante

Silvana Mangano está atravesada por el duelo por su padre asesinado en servicio, por la separación de su esposo y por la necesidad de sostener a su hija adolescente. La vemos debatirse entre la ética policial y la supervivencia en un ambiente que conspira contra ella. El antagonismo con el comisario Verner —arcaico, soberbio, dispuesto a fabricar chivos expiatorios para salvar su imagen— es uno de los ejes más potentes del libro.

Una trama policial con nervio social

El caso de Celestino Villegas, un peón golpeador encontrado muerto, no es solo un crimen a resolver: es la puerta a un universo donde se cruzan la violencia de género, la manipulación política y la presión de los medios. La novela juega con los códigos del policial clásico, pero en cada giro late una pregunta contemporánea: ¿puede la justicia existir en un sistema corroído por la desigualdad y el machismo institucional?

La voz de un pueblo entero

Uno de los grandes logros de Suárez es el coro de voces que componen la novela: desde la oficial Overgard que sueña con ser tomada en serio, hasta Dorita, la sumariante jubilada que recita a Alfonsina Storni entre casos anodinos y tortas fritas. Cada personaje está trazado con humor, melancolía o crudeza, y juntos arman el fresco de un pueblo donde todos se conocen y todos murmuran.

Entre la novela negra y el retrato íntimo

La prosa de Suárez se mueve con soltura entre lo policial y lo íntimo. Hay tensión, ironía, momentos casi costumbristas, y destellos de ternura en la relación entre Silvana y su hija Anita, quien sueña con su fiesta de quince mientras su madre se enfrenta a la podredumbre del sistema. Ese contrapunto familiar le da una hondura especial a la trama: lo personal siempre es político, parece recordarnos la autora.

La Justiciera es mucho más que un policial: es un retrato humano de una mujer que resiste en un territorio hostil, una reflexión sobre el poder y una invitación a pensar en cómo se administra —o se traiciona— la justicia en los márgenes. Patricia Suárez nos entrega una novela vibrante, lúcida y profundamente argentina.

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