Te he seguido de Jack Martínez Arias: el amor, la memoria y las heridas del tiempo

Por Nata Napolitano @88natanapolitana

La novela Te he seguido del escritor peruano Jack Martínez Arias (Dendro Ediciones, 2024) es una obra que, desde la intimidad de sus personajes, dialoga con los traumas colectivos de una generación marcada por la violencia, las migraciones internas y la pérdida. Con una prosa envolvente y melancólica, Martínez Arias construye una narración que se mueve entre el pasado y el presente, entre la memoria y la culpa, en la voz de un narrador protagonista que recorre los años más formativos de su vida: desde su adolescencia en los barrios marginales de Lima hasta su paso por la universidad pública en los convulsos años 2000.

La historia gira en torno a Javier, un joven profundamente sensible, que intenta encontrar sentido a su existencia en medio de ausencias familiares, amores frustrados y una ciudad hostil. El corazón emocional del relato es su relación con dos mujeres que representan etapas cruciales de su vida: Jessica, el amor adolescente atravesado por el abuso doméstico, la pobreza y el silencio; y Camila, la estudiante de teatro que irrumpe en su vida universitaria con la fuerza de la poesía y la política, y con quien vive una historia que se aleja de la nostalgia para instalarse en la cicatriz.

Martínez Arias maneja con gran destreza la construcción de personajes. Javier no es un héroe ni un mártir; es un joven impulsivo, a veces ingenuo, que busca desesperadamente pertenecer, amar y ser amado, sin tener todavía las herramientas emocionales o intelectuales para hacerlo. Su evolución a lo largo de la novela es conmovedora y está narrada con un lenguaje que oscila entre lo confesional y lo poético, sin caer en sentimentalismos vacíos.

Uno de los mayores logros de Te he seguido es su forma de retratar las distintas formas de violencia que marcan a sus personajes: la violencia estructural que obliga a los hermanos Javier y Fabri a migrar desde La Oroya hasta Lima; la violencia del olvido que pesa sobre quienes intentan reconstruir sus vidas en la periferia; y la violencia íntima, casi siempre silenciosa, que corroe las relaciones familiares y afectivas. La novela no cae en la denuncia directa ni en el panfleto: sus personajes viven esas violencias desde el cuerpo, desde las heridas, desde los gestos que se repiten y los vínculos que se rompen.

Hay también un fuerte componente metaliterario en la obra. Javier se forma como lector, primero a través de la poesía social de Manuel Scorza, luego con los autores que le presenta su amigo Sebastián, en una relación que reproduce jerarquías académicas y emocionales. Esta tensión entre literatura y vida, entre lo que se dice y lo que se calla, recorre toda la novela. La escena en la que Javier intenta impresionar a Camila con un discurso prestado sobre la inutilidad de la poesía es particularmente poderosa: muestra con crudeza la distancia entre el deseo de conectar y la imposibilidad de hacerlo cuando no se ha construido una voz propia.

Te he seguido es una novela profundamente honesta, que no ofrece respuestas fáciles ni finales redentores. Su apuesta es otra: dejar que el lector habite el desconcierto, el desamor, la ternura que apenas se insinúa. En una Lima que cambia vertiginosamente, y en una época en que la memoria parece cada vez más volátil, esta novela se planta como un testimonio generacional y un canto a las pequeñas resistencias cotidianas. Es una historia de amor, sí, pero también de duelo y de formación. Y sobre todo, es una novela sobre lo que significa seguir a alguien —con los ojos, con las palabras, con el cuerpo— incluso cuando ya no está.