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La vida es demasiado corta para beber mal vino o fumar cigarrillos baratos

Reseña de Neurosis Miami, por Esteban Miranda


 

Para el psicoanálisis la neurosis surge gracias al aparente conflicto entre una serie de impulsos reprimidos y el yo, esa parte de nosotros que enfoca su atención en el exterior para determinar en el individuo cuáles comportamientos son aceptables y cuáles deben ser inhibidos. La agudización de este conflicto puede llegar a generar un sentimiento insoportable de angustia y miedo frente a la vida. Es claro que vivimos en una época propicia para la fecundidad de los neuróticos y es muy probable que la mayoría, en algún momento, padezcamos de esta afección que bien podría ser el signo de nuestros tiempos.

La telenovela de Miami Vice es una quimera incomprensible, así como muchas que surgen de forma inopinada y se instalan en nuestras vidas para siempre, porque logran obtener la legitimidad que ciertos aspectos de la realidad nunca podrán poseer. Pero claro, una empresa tan sofisticada siempre tendrá un truco y en este caso es Neurosis Miami.

Gastón Virkel (Buenos Aires, 1972), autor de la novela Neurosis Miami (2023) publicada por Suburbano Ediciones, nos propone que seamos testigos de un acto de ilusionismo a escala intimista y revestido por una serie ochentera, un par de soñadores adictos al mezcal y un triángulo amoroso. Todo esto contenido en una Miami que nunca decepciona como el escenario en el que cualquier cosa puede pasar.

Boris, el protagonista, decide instalarse en la ciudad del sol intentando escapar quizás de sí mismo. Deja atrás una Argentina que será evocada de distintas formas volviéndose parte fundamental de su palpitante pasado. Coincidir con un ser que tenga el mismo tipo de desquiciamiento al propio es improbable, sin embargo, cuando ocurre es inevitable que todo alcance su máxima expresión. En este caso, la resurrección de Miami Vice a través de un guion con influencias del mismísimo Jorge Luis Borges. Sammy, el otro desquiciado, es el mecanismo que desata lo que eventualmente se torna en la novela como la realidad de un espejismo o, en otras palabras, la pequeña porción de oscuridad resuelta a dominar un inmenso espacio iluminado.

De a poco, presenciamos el descarrilamiento de un plan de vida dispuesto para prosperar. Todo deja de importar en el instante en que se despierta de ese sueño —yo diría que a veces pesadilla— llamado control. No es que sea un símbolo de la autodestrucción, es más bien la inherente necesidad que habita en todos nosotros y nos impulsa a llegar hasta más allá de los límites, gritándonos que es la única alternativa para que la vida valga la pena.

Boris se enamora de la esposa de Sammy, relee a Borges, contempla extasiado junto a su amigo capítulo tras capítulo de Miami Vice, va a trabajar a MTV, pero en su interior todo es lo mismo; la búsqueda que lo hace notar señales en todas partes, el deseo de encontrarse y evadirse al mismo tiempo. Uno quiere que la vida sea una película divida en actos y con un final colosal, y hace todo lo posible para que así suceda, pero los días se acumulan y el film se extiende, se distorsiona y se trasforma en una representación infinita, absurda, que debe ser interpretada al mismo nivel, sin pretensiones, como un esclavo que obedece o que decide abandonar a su amo a costa de su propia vida.

En Neurosis Miami ocurre una especie de desdoblamiento, Gastón Virkel nos introduce en otra realidad donde podemos ver a Izzy Moreno, Jimmy Crockett y a Rico Tubbs en medio de argucias de drogas, carteles y secretos que parecen influir de forma penetrante en la mente de sus creadores. Podría decirse que ambas historias coexisten en el mismo plano ya que para Boris y Sammy su existencia no tendría sentido sin un traficante francés o un flamante Ferrari spider 360. Es en ese mundo donde ellos se encuentran con, según decía Fernando Pessoa, la verdadera vida, esa que desde la infancia nos atrevemos a soñar, pero que dejamos de lado cuando crecemos.

Gastón Virkel es un ilusionista que en vez de desaparecer cosas hace tangibles las más importantes, por medio de personajes angustiados que pretenden asumir sus vidas sin importar lo dolorosas que puedan llegar a ser. A través de un ritual conformado de palabras nos enseña la belleza del descontrol. Nos hace un llamado para que invoquemos a la valentía a pesar de que el miedo sea permanente; nos pide que creemos, como él, una quimérica Miami Vice.

 

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