Patricia sigue aquí, de María Mínguez Arias, es una novela sobre la orfandad amorosa, pero también sobre la persistencia de los afectos, el peso de las ausencias y la lucha silenciosa por reaprender la vida cuando el suelo se ha roto. Lesly, su protagonista, atraviesa los días como quien camina con las piernas dormidas: desconectada de sí misma y del mundo tras la muerte repentina de su pareja, Patricia. La novela está narrada en una prosa sobria pero sensible, capaz de captar las emociones más evasivas sin hacerlas grandilocuentes.
Los rituales del vacío
Desde las primeras páginas, Mínguez Arias nos lanza a la desorientación de Lesly, entre sueños donde Patricia está viva y mañanas donde el mundo se obstina en recordarle que no. El dolor no es retratado como una experiencia épica, sino como una suma de pequeños gestos: abrir cartas que ya no le pertenecen a nadie, esquivar llamadas de una madre que no sabe que su hija está muerta, lavar la ropa de quien ya no vuelve. «Patricia sigue aquí» se afianza en ese realismo emocional donde el duelo no es una catarata, sino una gota constante que horada.
La red que contiene: amistad, comunidad, lenguaje
Hay algo profundamente conmovedor en cómo la novela construye el entorno de Lesly: una amiga incansable, una casera compasiva, unos amigos imperfectos pero presentes. La protagonista está sostenida por un mundo que no siempre acierta, pero que no se desentiende. Esa red de afectos imperfectos es también una forma de resistencia ante una sociedad que sigue sin saber qué hacer con las parejas del mismo sexo cuando una de ellas muere. Lesly debe demostrar que su vínculo era real, legal, válido, incluso frente a médicos, policías y funerarias.
El cuerpo como territorio del duelo
Una de las decisiones más potentes de la novela es encarnar el dolor en el cuerpo. Lesly siente frío, le duelen las piernas, se agota al caminar, tiene náuseas. Hay un embarazo, además. Uno que complica, que ilumina, que fuerza a decidir cómo seguir. Y hay, en medio de todo, una lavadora superinteligente que sirve como metáfora silenciosa de la vida que sigue, que se instala aunque no se la quiera. La cotidianidad se vuelve territorio político y emocional.
Una elegía amorosa sin solemnidad
María Mínguez Arias construye una elegía sin solemnidades. No hay idealización de Patricia, ni de la pareja, ni de la maternidad futura. Lo que hay es una narrativa honesta que se permite la rabia, el desconcierto, la ternura. Que le da al duelo un tiempo y un espacio sin caer en el melodrama.
Patricia sigue aquí es una novela necesaria y hermosa, que captura con delicadeza y claridad la devastación de una pérdida amorosa, la resiliencia cotidiana y la capacidad de los cuerpos y las palabras para seguir diciendo presente, incluso cuando todo parece haberse ido.
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