Escritorxs salvajes: una antología que no cabe en ninguna etiqueta

En tiempos donde las antologías literarias suelen ser vitrinas ordenadas —cuento aquí, poesía allá, ensayo en su repisa correspondiente— Escritorxs salvajes, editada por Hernán Vera Álvarez, llega para poner patas arriba el escaparate. No porque desprecie el orden, sino porque entiende que la literatura actual, y sobre todo la escrita en español en Estados Unidos, vive en un territorio mestizo, transgénero, rebelde ante cualquier intento de encasillamiento.

Un mapa que no es mapa

El prólogo del editor deja claro el gesto: este libro se proyecta hacia el futuro, pero anclado en el presente. Son 37 autores y autoras —dieciséis de ellos mujeres— que escriben en español (a veces en inglés) desde el territorio estadounidense, con raíces que se extienden a América Latina y España. La selección se desplaza entre cuento, crónica, poesía, fragmentos de novela y ensayos personales, contaminando géneros con naturalidad, como si cruzar fronteras estilísticas fuera tan cotidiano como cambiar de idioma en medio de una frase.

La migración, el desarraigo o la experiencia del exilio están presentes, sí, pero no son la única brújula. Muchos de estos escritores ya no hablan desde la llegada, sino desde las obsesiones que han cultivado después: la familia, la memoria, la violencia, las ciudades, el amor y sus despojos.

Voces que se tocan y se separan

Lo fascinante de Escritorxs salvajes es la amplitud de tonos y registros. Hay narraciones íntimas que abren ventanas al dolor personal —como la melancolía invernal de Liliana Colanzi en La Ola—, diálogos con la cultura pop y la historia musical —Pedro Medina León y sus Beatles en Miami—, cuentos con un filo poético y extraño, como los de Carlos Pintado, y crónicas en las que la realidad se retuerce hasta rozar lo fantástico.

Cada texto es una estación distinta, pero al recorrerlas se siente una corriente común: la de escritores que escriben desde la fricción entre territorios, desde el lugar incómodo donde las etiquetas se resquebrajan.

La ruptura como método

El libro se reconoce heredero de antologías anteriores (Paz Soldán y Fuguet, por ejemplo), pero también se distancia: no busca presentar “la literatura latina en EE.UU.” como un bloque homogéneo, sino como un archipiélago de islas narrativas unidas por puentes invisibles. Y ahí está su fuerza: no hay una sola estética, ni un solo tema, ni una sola forma. Lo que hay es una voluntad compartida de escribir desde un lugar salvaje, sin miedo a la mezcla.

Para qué sirve una antología así

Más allá de reunir textos valiosos, Escritorxs salvajes funciona como documento cultural. Congela un momento específico de la literatura en español escrita en Estados Unidos y lo deja listo para ser releído en diez, veinte años, cuando tal vez entendamos que este caos era, en realidad, un mapa.

En un panorama editorial que todavía tiende a la segmentación, este libro propone lo contrario: celebrar la frontera difusa. Y al hacerlo, recuerda que la literatura no vive en las estanterías, sino en la voz de quien se atreve a contar.

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