
El monstruo que habita el lenguaje
Hay libros que están escritos desde un lugar donde ya no hay consuelo posible. El Monstruo Mundo, de Azucena Hernández, no es una historia sobre la desesperación: es la desesperación en forma de prosa. Una nouvelle que se abre como una herida y nunca cierra. Un texto que no busca explicar nada, mucho menos ofrecer salidas. Sólo sabe estar en el derrumbe. La protagonista —sin nombre, sin épica, sin destino— nos arrastra en un monólogo fragmentado que bordea el diario íntimo, el delirio, la novela de aprendizaje y la confesión alucinada. Vive en una habitación minúscula, trabaja en una pizzería, consume drogas, lee compulsivamente, recuerda traumas, duerme mal. En todo,
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