Ricardo Sumalavia

Historia de un brazo

  Mi hijo Adolfo me dio la noticia. Mi madre lo llamó por teléfono a media mañana para que fuera él quien se ocupara de comunicármelo. “Para ella era difícil decírtelo, papá”. Vi en Adolfo una expresión abatida. Me abrazó. Como es más grande que yo, y con sobrepeso, me sentí estrujado y con cierto sofoco. Mi padre muerto. Los detalles de cómo sucedió los obtuve después, no por Adolfo sino por mi madre. La llamé por teléfono apenas él se marchó. Lo que le sucedió a mi padre fue algo previsible. No soportó una de las sesiones de diálisis a las que estaba sometido en los últimos años. Sabíamos

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Historia de un brazo

  Mi hijo Adolfo me dio la noticia. Mi madre lo llamó por teléfono a media mañana para que fuera él quien se ocupara de comunicármelo. “Para ella era difícil decírtelo, papá”. Vi en Adolfo una expresión abatida. Me abrazó. Como es más grande que yo, y con sobrepeso, me sentí estrujado y con cierto sofoco. Mi padre muerto. Los detalles de cómo sucedió los obtuve después, no por Adolfo sino por mi madre. La llamé por teléfono apenas él se marchó. Lo que le sucedió a mi padre fue algo previsible. No soportó una de las sesiones de diálisis a las que estaba sometido en los últimos años. Sabíamos

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