Miami, Caracas, la memoria: un vaivén de voces y ausencias


Muerte con campanas
, de Kelly Martínez-Grandal (Suburbano Ediciones, 2023), es un libro inclasificable en el mejor de los sentidos. A medio camino entre el cuento, la crónica testimonial y el monólogo poético, esta obra se despliega como una colección de relatos que, en apariencia independientes, se entrelazan en un tapiz de personajes marginales, ciudades heridas y afectos que se arrastran como ecos. La muerte, el desarraigo y la nostalgia son el hilo conductor de una prosa firme, luminosa y conmovedora.

La autora, reconocida por su labor como poeta y traductora, trabaja aquí con una cadencia que roza lo lírico sin perder filo narrativo. Desde los galpones industriales de Opa-Locka hasta las escaleras gastadas de un edificio caraqueño, Martínez-Grandal sitúa sus historias en territorios reales y simbólicos donde lo cotidiano se torna trágico, y lo trágico, a veces, grotescamente bello.

Voces al borde

En el texto inaugural, «Aquí hay que hacer lo que sea», una trabajadora de almacén en Miami reflexiona sobre la precariedad laboral y emocional mientras observa a su colega Alejandro —inmigrante venezolano como ella— lidiar con la frustración de un camión extraviado. Lo que podría haber sido una simple anécdota burocrática se transforma en una exploración del amor no correspondido, la invisibilidad del cuerpo femenino y las pérdidas cotidianas. La Muerte, con mayúscula y en versión customized, recorre la ciudad como una sombra sin destinatario fijo.

Más adelante, «Escarcha negra» ofrece un retrato impactante de Medea Pereira, una mujer trans que, en una Caracas oscura y violenta, narra su historia de amor, crimen y redención con una voz compleja y profundamente humana. En este relato, la periodista narradora no solo escucha y documenta, sino que también es interpelada: ¿es la empatía suficiente o se vuelve paternalismo? ¿Qué historias tienen derecho a ser contadas?

Ficciones del exilio

Martínez-Grandal es también una cronista del desplazamiento. En «La estela en el agua», la imagen de una payasita embarazada que sobrevive como animadora infantil en Nueva Jersey sintetiza la tensión entre la supervivencia y la dignidad. Entre globos y maquillaje, la protagonista encuentra, sorpresivamente, compasión en una anfitriona inesperada. Así como ocurre con varios de los relatos, la autora dibuja los vínculos sin caer en lo sentimental, dejando espacio para lo ambiguo, lo no dicho, lo que duele.

Lo mismo ocurre con «Termitas de Mato Grosso», donde la aparición de un personaje como Aucapán en una fiesta marca el inicio de un amor que sobrevive a la diáspora. Este cuento, quizás el más luminoso del conjunto, deja ver que la esperanza también puede brotar de entre los escombros, incluso si sabemos —porque la narradora lo anticipa— que todo se va a romper.

Un mapa emocional entre ruinas

A través de estos relatos —y otros igualmente potentes como «Manchas de arena» o «Un tsuris para la familia»—, Muerte con campanas compone un mosaico de identidades, exilios, cuerpos fuera de norma y ciudades que se hunden pero aún brillan en la memoria. La voz narrativa cambia de registro con fluidez: a veces es una niña que se enfrenta al horror de la sexualización temprana, a veces un muchacho judío que descubre su deseo en medio de la culpa religiosa, o una mujer que recuerda un país que ya no existe.

El mérito de Kelly Martínez-Grandal radica en su capacidad para escuchar —a los fantasmas, a los invisibles, a las historias truncas— y convertir esas voces en literatura. Lo suyo no es una celebración edulcorada de la resistencia, sino una mirada sin concesiones a los márgenes, a lo que late por debajo de lo visible. El título, Muerte con campanas, resuena como un anuncio fúnebre y festivo: los muertos están presentes, sí, pero también lo están las campanas que insisten en sonar.

Muerte con campanas es una obra poderosa, valiente y conmovedora. En cada página se siente el peso de una autora que conoce la tristeza, pero también la risa, el deseo y la ternura. Un libro necesario para entender, desde lo íntimo, lo que significa vivir entre ruinas.