Novela

El duelo como epicentro: «Patricia sigue aquí» y la alquimia del dolor cotidiano

  Patricia sigue aquí, de María Mínguez Arias, es una novela sobre la orfandad amorosa, pero también sobre la persistencia de los afectos, el peso de las ausencias y la lucha silenciosa por reaprender la vida cuando el suelo se ha roto. Lesly, su protagonista, atraviesa los días como quien camina con las piernas dormidas: desconectada de sí misma y del mundo tras la muerte repentina de su pareja, Patricia. La novela está narrada en una prosa sobria pero sensible, capaz de captar las emociones más evasivas sin hacerlas grandilocuentes. Los rituales del vacío Desde las primeras páginas, Mínguez Arias nos lanza a la desorientación de Lesly, entre sueños donde

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El monstruo que habita el lenguaje

Hay libros que están escritos desde un lugar donde ya no hay consuelo posible. El Monstruo Mundo, de Azucena Hernández, no es una historia sobre la desesperación: es la desesperación en forma de prosa. Una nouvelle que se abre como una herida y nunca cierra. Un texto que no busca explicar nada, mucho menos ofrecer salidas. Sólo sabe estar en el derrumbe. La protagonista —sin nombre, sin épica, sin destino— nos arrastra en un monólogo fragmentado que bordea el diario íntimo, el delirio, la novela de aprendizaje y la confesión alucinada. Vive en una habitación minúscula, trabaja en una pizzería, consume drogas, lee compulsivamente, recuerda traumas, duerme mal. En todo,

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El último New York Times: Luis Alejandro Ordóñez y el poder de escribir aunque nadie lea

Hay libros que nacen del rumor, como quien sigue el eco de una historia para saber si en algún lugar todavía late. El último  New York Times, de Luis Alejandro Ordóñez, es uno de esos libros raros y profundamente cautivadores que parten de una pregunta improbable: ¿Y si John D. Rockefeller, el magnate, el filántropo, recibía todos los días un periódico escrito especialmente para él, con puras buenas noticias? Esta es la historia de Benjamin White, un obrero que se convierte en redactor invisible de una edición secreta del New York Times, creada únicamente para alegrarle las mañanas al anciano millonario. Durante tres años, Benjamin escribió un periódico falso —pero

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Una flor venenosa bajo la alfombra corporativa

Mandrágora, de Camilo Pino, es una novela que empieza como un susurro y termina como una alucinación. Es también un espejo deformante: nos obliga a ver lo que preferimos ignorar —nuestros deseos más mezquinos, nuestros miedos más íntimos, nuestras derrotas más silenciosas— a través del cristal de una sátira oscura y profundamente original. Si uno empieza creyendo que está ante un retrato mordaz del mundo empresarial latinoamericano, pronto se da cuenta de que eso es apenas el disfraz superficial de una historia mucho más inquietante. Las formas del contagio Desde su primera escena —una noche de sexo tarifado en un hotel sórdido de Buenos Aires—, Mandrágora instala una tensión subterránea

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El grito que no se olvida: sobre Eni Furtado no ha dejado de correr, de Alicia Kozameh

Eni Furtado corre. Corre con la desesperación del cuerpo que no encuentra descanso, del alma que no encuentra refugio. Corre desde las primeras páginas de esta novela estremecedora de Alicia Kozameh, que no se escribe solo con palabras sino también con cicatrices. Porque Eni Furtado no ha dejado de correr no es solo un relato —es una forma de resistir, de dar testimonio, de sobrevivir. La autora argentina, ex presa política y figura clave de la literatura de la memoria, vuelve a sumergirse en las zonas más oscuras de la infancia, el abuso, la culpa y la construcción de la subjetividad femenina bajo la violencia patriarcal. Pero esta vez lo

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Tempestades solares: los exilios íntimos de Amalia

Tempestades solares, novela de Grettel J. Singer, parece haber sido escrita con la urgencia de juntar los retazos de una vida dispersa. En sus páginas seguimos a Amalia, una mujer que escapa de La Habana con su familia y comienza un tránsito que es tanto geográfico como interior. El exilio no se cuenta aquí como una anécdota política o histórica, sino como una experiencia íntima: la de crecer en tierra ajena, la de amar y desear con cuerpos fragmentados, la de cargar con un padre tiránico y una madre frágil, y la de buscar, entre ruinas y recuerdos, un lugar donde poder reconocerse. Una boca que devora La novela abre

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Mi bien esquivo: la memoria como territorio de deseo y pérdida

La narradora Ana Luengo nos ofrece en Mi bien esquivo un relato donde la memoria funciona como un territorio inestable en el que conviven deseo, dolor y aprendizaje. El libro es una búsqueda, pero también un testimonio de lo que significa crecer bajo la presión de expectativas ajenas y descubrir un deseo propio que no siempre encuentra cauce ni palabras para nombrarse. Una educación sentimental fragmentada La historia se articula en fragmentos, como si fueran fotografías desperdigadas en una mesa. La infancia aparece marcada por el mandato de la obediencia, esa docilidad femenina que el entorno premia como virtud. Sin embargo, la narradora desenmascara pronto el costo de esa enseñanza:

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Exilio en Bowery: delirios y heridas del exilio

En las primeras páginas de Exilio en Bowery de Israel Centeno, el lector se topa con una escena en un bar oscuro de Manhattan: tequila barato, humo espeso y un personaje llamado el negro Erwin que llega con noticias de un trabajo incierto. Es un arranque que condensa el tono de toda la novela: la mezcla de realismo sucio y delirio, el humor ácido y la desesperanza de unos hombres lanzados al exilio, entre la nostalgia y la sobrevivencia. Un exilio que es más que un lugar Centeno sitúa su historia en Nueva York, en el Bowery, barrio que alguna vez fue refugio de vagabundos y artistas. Pero este exilio

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Los fantasmas también lloran: lectura de “Flor de un árbol raro” de Carolina A. Herrera

Pocas veces un libro logra mezclar la comedia, el drama, el duelo, la enfermedad mental, el sarcasmo, lo detectivesco y lo fantástico con la soltura con la que lo hace Flor de un árbol raro. Carolina A. Herrera nos entrega una novela que se atreve a todo: empieza con un obituario y termina con una escena teatral, y en el camino nos arrastra, con la muerte como guía, por una serie de fragmentos narrativos en los que el humor y el espanto conviven como viejos amantes. Narrada desde múltiples voces —la de un joven llamado Víctor, la de la escritora muerta Adela Monroy, la de su hermana Matilde, y hasta

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Tequila: un roadtrip hacia el infierno

En Tequila, el escritor uruguayo Jorge Majfud explora con crudeza y lucidez las heridas de la memoria latinoamericana en Estados Unidos. La novela parte de un roadtrip en el verano de 1998, cuando siete estudiantes universitarios emprenden un viaje de graduados desde la costa atlántica de Florida hasta California. El plan inicial parece una celebración, un mes de carretera, música y descubrimientos en la I-10. Pero pronto, entre tensiones, confesiones y pequeñas traiciones, se van revelando las verdaderas personalidades de cada uno. La primera gran grieta aparece en Nueva Orleans, tras una noche de excesos. A la mañana siguiente, en la habitación de un motel, descubren que uno de ellos

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El duelo como epicentro: «Patricia sigue aquí» y la alquimia del dolor cotidiano

  Patricia sigue aquí, de María Mínguez Arias, es una novela sobre la orfandad amorosa, pero también sobre la persistencia de los afectos, el peso de las ausencias y la lucha silenciosa por reaprender la vida cuando el suelo se ha roto. Lesly, su protagonista, atraviesa los días como quien camina con las piernas dormidas: desconectada de sí misma y del mundo tras la muerte repentina de su pareja, Patricia. La novela está narrada en una prosa sobria pero sensible, capaz de captar las emociones más evasivas sin hacerlas grandilocuentes. Los rituales del vacío Desde las primeras páginas, Mínguez Arias nos lanza a la desorientación de Lesly, entre sueños donde

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El monstruo que habita el lenguaje

Hay libros que están escritos desde un lugar donde ya no hay consuelo posible. El Monstruo Mundo, de Azucena Hernández, no es una historia sobre la desesperación: es la desesperación en forma de prosa. Una nouvelle que se abre como una herida y nunca cierra. Un texto que no busca explicar nada, mucho menos ofrecer salidas. Sólo sabe estar en el derrumbe. La protagonista —sin nombre, sin épica, sin destino— nos arrastra en un monólogo fragmentado que bordea el diario íntimo, el delirio, la novela de aprendizaje y la confesión alucinada. Vive en una habitación minúscula, trabaja en una pizzería, consume drogas, lee compulsivamente, recuerda traumas, duerme mal. En todo,

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El último New York Times: Luis Alejandro Ordóñez y el poder de escribir aunque nadie lea

Hay libros que nacen del rumor, como quien sigue el eco de una historia para saber si en algún lugar todavía late. El último  New York Times, de Luis Alejandro Ordóñez, es uno de esos libros raros y profundamente cautivadores que parten de una pregunta improbable: ¿Y si John D. Rockefeller, el magnate, el filántropo, recibía todos los días un periódico escrito especialmente para él, con puras buenas noticias? Esta es la historia de Benjamin White, un obrero que se convierte en redactor invisible de una edición secreta del New York Times, creada únicamente para alegrarle las mañanas al anciano millonario. Durante tres años, Benjamin escribió un periódico falso —pero

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Mandrágora, de Camilo Pino, es una novela que empieza como un susurro y termina como una alucinación. Es también un espejo deformante: nos obliga a ver lo que preferimos ignorar —nuestros deseos más mezquinos, nuestros miedos más íntimos, nuestras derrotas más silenciosas— a través del cristal de una sátira oscura y profundamente original. Si uno empieza creyendo que está ante un retrato mordaz del mundo empresarial latinoamericano, pronto se da cuenta de que eso es apenas el disfraz superficial de una historia mucho más inquietante. Las formas del contagio Desde su primera escena —una noche de sexo tarifado en un hotel sórdido de Buenos Aires—, Mandrágora instala una tensión subterránea

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El grito que no se olvida: sobre Eni Furtado no ha dejado de correr, de Alicia Kozameh

Eni Furtado corre. Corre con la desesperación del cuerpo que no encuentra descanso, del alma que no encuentra refugio. Corre desde las primeras páginas de esta novela estremecedora de Alicia Kozameh, que no se escribe solo con palabras sino también con cicatrices. Porque Eni Furtado no ha dejado de correr no es solo un relato —es una forma de resistir, de dar testimonio, de sobrevivir. La autora argentina, ex presa política y figura clave de la literatura de la memoria, vuelve a sumergirse en las zonas más oscuras de la infancia, el abuso, la culpa y la construcción de la subjetividad femenina bajo la violencia patriarcal. Pero esta vez lo

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Tempestades solares, novela de Grettel J. Singer, parece haber sido escrita con la urgencia de juntar los retazos de una vida dispersa. En sus páginas seguimos a Amalia, una mujer que escapa de La Habana con su familia y comienza un tránsito que es tanto geográfico como interior. El exilio no se cuenta aquí como una anécdota política o histórica, sino como una experiencia íntima: la de crecer en tierra ajena, la de amar y desear con cuerpos fragmentados, la de cargar con un padre tiránico y una madre frágil, y la de buscar, entre ruinas y recuerdos, un lugar donde poder reconocerse. Una boca que devora La novela abre

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Mi bien esquivo: la memoria como territorio de deseo y pérdida

La narradora Ana Luengo nos ofrece en Mi bien esquivo un relato donde la memoria funciona como un territorio inestable en el que conviven deseo, dolor y aprendizaje. El libro es una búsqueda, pero también un testimonio de lo que significa crecer bajo la presión de expectativas ajenas y descubrir un deseo propio que no siempre encuentra cauce ni palabras para nombrarse. Una educación sentimental fragmentada La historia se articula en fragmentos, como si fueran fotografías desperdigadas en una mesa. La infancia aparece marcada por el mandato de la obediencia, esa docilidad femenina que el entorno premia como virtud. Sin embargo, la narradora desenmascara pronto el costo de esa enseñanza:

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En las primeras páginas de Exilio en Bowery de Israel Centeno, el lector se topa con una escena en un bar oscuro de Manhattan: tequila barato, humo espeso y un personaje llamado el negro Erwin que llega con noticias de un trabajo incierto. Es un arranque que condensa el tono de toda la novela: la mezcla de realismo sucio y delirio, el humor ácido y la desesperanza de unos hombres lanzados al exilio, entre la nostalgia y la sobrevivencia. Un exilio que es más que un lugar Centeno sitúa su historia en Nueva York, en el Bowery, barrio que alguna vez fue refugio de vagabundos y artistas. Pero este exilio

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Pocas veces un libro logra mezclar la comedia, el drama, el duelo, la enfermedad mental, el sarcasmo, lo detectivesco y lo fantástico con la soltura con la que lo hace Flor de un árbol raro. Carolina A. Herrera nos entrega una novela que se atreve a todo: empieza con un obituario y termina con una escena teatral, y en el camino nos arrastra, con la muerte como guía, por una serie de fragmentos narrativos en los que el humor y el espanto conviven como viejos amantes. Narrada desde múltiples voces —la de un joven llamado Víctor, la de la escritora muerta Adela Monroy, la de su hermana Matilde, y hasta

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Tequila: un roadtrip hacia el infierno

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