Viajes, ferias y fantasmas: Teresa Dovalpage en clave íntima y cómplice

En En la Feria del Libro de Miami y otros viajes astrales, Teresa Dovalpage nos entrega un conjunto de relatos que caminan con soltura entre la autoficción, la nostalgia, el absurdo cotidiano y la comedia existencial. La escritora cubana, con su mirada aguda y profundamente humana, nos invita a acompañarla en un recorrido que va del consulado estadounidense en La Habana a las ferias literarias en Miami, pasando por matrimonios fallidos, sesiones espiritistas con audífonos y misiones pseudoperiodísticas en contextos surrealistas.

El libro no solo se lee con placer, se escucha con una risa que a veces es carcajada y otras es apenas un resoplido cómplice. Dovalpage nos muestra cómo se puede escribir con profundidad sin perder el sentido del humor ni caer en la solemnidad.

La visa, el embajador y el absurdo burocrático

El relato que da título al libro, En la Feria del Libro de Miami, arranca con una escena hilarante: la protagonista, llena de ilusión y miedo, asiste a una entrevista de visa. Allí, la autora va marcando el tono de lo que vendrá en las siguientes páginas:

“—¿Usted tiene intenciones de quedarse en Estados Unidos? —me preguntó.
—Mira qué pregunta más comemierda. Si las tuviera ¿acaso se las iba a confesar?”

En una sola línea, Dovalpage clava su ironía certera: no solo pone en evidencia lo absurdo del sistema, sino que también desnuda la hipocresía inherente al ritual migratorio. Hay aquí un tipo de lucidez que solo da la experiencia vivida y la inteligencia literaria.

Viajes, exilios y espiritualidades de barrio

A lo largo de los relatos, la autora juega con el concepto de “viaje astral” como metáfora del exilio, de la imaginación, de la evasión y del delirio. Las “brujillas de Cayo Hueso”, las sesiones de meditación binaural, las vecinas que “vibran” en otro plano de conciencia y los maridos que terminan dormidos en refugios de indigentes componen un fresco tragicómico de la diáspora cubana.

Y en medio de ese caos lleno de ternura y desencanto, se cuela el humor más fino: cuando la narradora confiesa que fue a presentar su libro “con las manos cagadas”, literalmente, tras un accidente en el baño del hotel. Ahí, lo escatológico roza lo sagrado.

Mujeres que se transforman, que huyen, que regresan

Además del tono humorístico, hay una preocupación constante por la identidad femenina, por lo que implica ser mujer migrante, escritora, hija, esposa, hermana. En “Defensa propia”, por ejemplo, se nos cuenta una historia real de violencia doméstica que termina en una defensa legítima (y literaria). Aquí Dovalpage cambia el registro: sigue siendo mordaz, pero la risa queda suspendida por momentos para dar paso a la compasión.

Lo mismo ocurre en relatos como “La boca desdentada del Riomar” o “Amor a primera fusta”, donde la sexualidad y el poder se exploran desde lo incómodo, lo tabú, lo marginal, pero siempre con humanidad.

Un tono propio, una voz que no pide permiso

La fuerza de este libro está en su tono: Dovalpage escribe como si nos hablara al oído, entre anécdota y anécdota, mezclando lo extraordinario con lo absolutamente doméstico. No intenta aparentar erudición ni hacer ejercicios de estilo. Escribe como quien ha vivido mucho, ha observado más y ha decidido que reírse es mejor que quejarse.

Este no es un libro solo para quienes conocen el exilio cubano. Es un libro para quienes saben lo que es sentirse desubicado, para quienes han tenido que explicar quiénes son con un acento que no encaja. Para quienes alguna vez pensaron: “¿Y cómo terminé aquí?”

 

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