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Shogún inflamable

La primera vez que me enfrenté a la escritura de Salvador Luis, lo hice con la buena guía que suponen los comentarios que Vicente Luis Mora escribió en su blog de El Boomeran(g) sobre Prontuario de los pies y de los zapatos (2012). Ahora me sumerjo en Shogun inflamable (2014), libro de relatos publicado por la editorial Casa Tomada, completamente virgen; y créanme que la experiencia al enfrentarse a esa galería de personajes contemporáneos monstruosos y sádicos es digna de tenerse en cuenta. Los directores académicos de Salvador Luis siempre recuerdan de él su capacidad para sintetizar en muy poco espacio brillantes ensayos literarios en los que su brevedad nunca era obstáculo para analizar en profundidad todo lo

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El último comunista de Miami

El cubículo y la oficina no son el lugar más inspirador para un relato, pese a que muchos pasamos gran parte de nuestras vidas en esa pantomima que es trabajar, pretender que lo haces mientras actualizas tu status en Facebook, y desarrollar tanto tus capacidades profesionales como un incipiente síndrome del túnel carpiano. Desde el Bartleby de Melville (y seguramente antes), la vida oficinesca ha originado un subgénero literario que en estos tiempos de incertidumbre económica vuelve a cobrar prominencia. La “literatura de oficina” (a falta de un mejor nombre) suele caracterizarse por el sarcasmo kafkiano de sus personajes, seres atomizados que trabajan para – y se encuentran a merced

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Shogún inflamable

La primera vez que me enfrenté a la escritura de Salvador Luis, lo hice con la buena guía que suponen los comentarios que Vicente Luis Mora escribió en su blog de El Boomeran(g) sobre Prontuario de los pies y de los zapatos (2012). Ahora me sumerjo en Shogun inflamable (2014), libro de relatos publicado por la editorial Casa Tomada, completamente virgen; y créanme que la experiencia al enfrentarse a esa galería de personajes contemporáneos monstruosos y sádicos es digna de tenerse en cuenta. Los directores académicos de Salvador Luis siempre recuerdan de él su capacidad para sintetizar en muy poco espacio brillantes ensayos literarios en los que su brevedad nunca era obstáculo para analizar en profundidad todo lo

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El último comunista de Miami

El cubículo y la oficina no son el lugar más inspirador para un relato, pese a que muchos pasamos gran parte de nuestras vidas en esa pantomima que es trabajar, pretender que lo haces mientras actualizas tu status en Facebook, y desarrollar tanto tus capacidades profesionales como un incipiente síndrome del túnel carpiano. Desde el Bartleby de Melville (y seguramente antes), la vida oficinesca ha originado un subgénero literario que en estos tiempos de incertidumbre económica vuelve a cobrar prominencia. La “literatura de oficina” (a falta de un mejor nombre) suele caracterizarse por el sarcasmo kafkiano de sus personajes, seres atomizados que trabajan para – y se encuentran a merced

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