Sam no es mi tío es una recopilación de textos acerca del proceso de acercamiento y asimilación de los que migran a los Estados Unidos. Digo textos (y no relatos o ensayos) porque son de género muy variado: el libro en total es más bien una exposición de voces, cada una hablando en el tono y forma que mejor le viene para expresar su propia experiencia o la de alguien más. João Paulo Cuenca, por ejemplo, usa un guión de teatro para su contribución, mientras que otros autores, como Aileen El-Kadi, hacen uso de la crónica para narrar en forma directa su propia experiencia como inmigrantes. Hernán Iglesias Illa expone su vivencia de la ceremonia de ciudadanía, con una mezcla de crónica y ensayo. Jorge Volpi, por su parte, escribe directamente un ensayo acerca del concepto de nacionalidad y frontera.
Si hay un punto en común entre todos estos textos es precisamente la visión íntima que se expone (quizás con la excepción del texto de Jorge Volpi, el más “ensayístico” de todos). Esto de seguro se debe a que las razones para emigrar son tan variadas como únicos somos los seres humanos, así como, más adelante, el proceso de asimilación en la nueva cultura, es también muy diverso. Así, en este libro podemos apreciar una gama de inmigrantes (o “tocados” por la idea de emigrar) que va desde el que cruza la frontera en repetidas ocasiones hasta los inversionistas con gran poder adquisitivo, incluyendo a los que no pasan de la embajada americana. Hasta se incluye un texto de la visión al revés: la que tiene el propio americano sobre el proceso de los “otros”, como vemos en el relato de Jon Lee Anderson. Una vez dentro de las fronteras de esta nación, vemos a los que una vez emigrados se relacionan únicamente con su compatriota inmigrante y los que pasan por un proceso más inmediato de asimilación gracias a matrimonios con nativos o porque viven en regiones con mucha menor penetración latinoamericana.
Otro punto que también se cuela en gran parte de estos relatos es el de una nueva comprensión de lo que significa ser nacional de un país, qué es aquello que nos hace tan de nuestra patria que nos impide el relacionamiento con otros inmigrantes provenientes de países vecinos al nuestro, o la asimilación total de la nueva tierra, con todo y las nuevas costumbres y la profundidad de su idioma. ¿Cambiamos de nacionalidad solo por recibir la ciudadanía del nuevo país? Y si cambiamos de nacionalidad: ¿lo hacemos como un paso natural del proceso? ¿Por conveniencia? ¿Más bien impuesto? De esto ha estado comentando Augusta Cornejo en su reciente artículo ¿Por qué hacerse ciudadano americano? En todo caso, a la luz de estos relatos, pareciera que se trata más bien de un proceso burocrático que se erige como un misceláneo en nuestras vidas: casi lo mismo que obtener un título universitario. No encontramos en Sam no es mi tío algún indicio de que se produzca una mutación de nuestro entender de “patria”: los individuos de estos relatos que se hacen ciudadanos estadounidenses, no dejan de ser argentinos, mexicanos, brasileros. Más precisamente, el tal “Sam” no termina de ser su “tío”.
Es posible que algún lector eche de menos un relato que hable específicamente de aquellos que dejan su patria por razones estrictamente políticas, víctimas de persecución por parte de algún gobierno o grupo guerrillero, o aun solo por disconformidad con tendencias políticas: los relatos más bien tiene que ver con inmigrantes que buscan mejores oportunidades económicas, otros que persiguen estudios o trabajos y alguno que otro que realiza un viaje no inmigrante, solo por placer, azar o una asignación laboral. Es decir: el factor “vine aquí a la fuerza” no está plasmado en este conjunto y habría sido un tema muy rico de explorar puesto que la asimilación de la nueva cultura responde en estos casos a un desgarramiento personal mayor que el proceso que experimentan aquellos que voluntariamente escogen el nuevo país.
También es interesante el sentir y pensar de los lectores puertorriqueños: a medio camino entre lo latinoamericano y lo “gringo”. Para ellos no hay proceso de migración sino una constante exposición desde las aulas en la infancia a la cultura estadounidense a la que pertenece la isla según el mapa territorial. Y a pesar de esa “pertenencia”, ellos siguen siendo “los otros” y un poquito “extranjeros” para el resto de los estadounidenses continentales. Un caso raro.
De cualquier manera, este muy bien escogido conjunto de relatos supone un punto de partida ideal para iniciar (o continuar) la conversación sociológica acerca de un proceso tan íntimo, pero tan común, como el de dejar lo conocido para labrarse camino en lo distinto. Y verse transformado de alguna manera en el proceso.
Ainara Mantellini (Venezuela) Licenciada en Letras de la Universidad Católica Andrés Bello y con estudios de posgrado en Literatura Latinoamericana de la Universidad Simón Bolívar. La lectura me atrapó desde que aprendí a leer y ya no hay remedio para ello. Mi otra pasión: mi esposo y mi hija.
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