Donde habita el exilio: sobre «Bajo la memoria» de Luis de la Paz

Miami no es solo el telón de fondo de Bajo la memoria: es su respiración, su vértebra, su calle llena de acentos, exilios, silencios y sobrevivientes. En esta poderosa colección de relatos, Luis de la Paz construye un retrato coral del desarraigo, una especie de archivo emocional donde la memoria no es pasado: es herida abierta.

Desde la primera página, la escritura se despliega con una sobriedad afectiva —íntima, cercana, observadora— que no busca deslumbrar con fuegos de artificio, sino conmover desde lo humano. Cada historia parece dictada por la urgencia de recordar antes que el olvido lo arrase todo.

Vidas al margen

Los protagonistas de estos relatos no son héroes. Son, en su mayoría, personas corrientes atravesadas por lo extraordinario: hombres y mujeres que han tenido que abandonar un país, rehacer su vida en otro idioma, adaptarse a la violencia o al amor en condiciones límite. Están los que vienen de Cuba, pero también de Irán, de Nicaragua, de una Dinamarca inventada en los silencios de una abuela. Están los que se resisten al racismo, al machismo, a la homofobia, desde trincheras tan frágiles como una habitación compartida o un gesto de ternura.

La historia de Mercedes y Julio, por ejemplo, migrantes cubanos recién llegados a Miami, vibra con la tensión de lo cotidiano: conseguir un colchón, un trabajo, un lugar en el mapa urbano y en el mapa afectivo de una ciudad que no espera a nadie. Otros textos, como “Escena de un crimen”, retratan la brutalidad racial sin rodeos ni solemnidad, mientras “La mujer de otro” o “Como te quiero” nos muestran el deseo, la fragilidad de los vínculos y la erosión del tiempo con una honestidad descarnada.

Fragmentos de lo que fuimos

Bajo la memoria es un álbum de vidas cruzadas por el exilio, la pérdida y el amor en todas sus formas. El formato de cuento breve —a veces tan corto como una página— no impide que cada texto contenga una vida entera. Algunos, como “La mudada”, juegan con la metaliteratura, el reencuentro de escritores, las cartas que no se mandaron y los cuadros que cargan un pasado.

Luis de la Paz escribe con una lucidez cálida, sin énfasis innecesarios. Hay un tono confesional que nunca cae en la autocompasión, y un dominio de los matices que permite contar lo complejo desde lo pequeño. Las relaciones entre padres e hijos, entre amantes, entre desconocidos que comparten un idioma pero no una historia, se presentan con una mirada que no juzga, pero sí interroga.

Un libro para no olvidar

Leer este libro es asomarse a las habitaciones privadas de una ciudad hecha de despedidas. Miami aparece aquí como ese lugar en el que todos han llegado después de perder algo. Pero también es un espacio de reconstrucción, donde la memoria —aunque rota— sigue siendo un modo de resistir.

Bajo la memoria no ofrece una conclusión: ofrece una constelación. Una serie de luces que titilan desde distintos puntos del pasado y que, reunidas, iluminan un mapa tan íntimo como universal. Un libro necesario, profundamente humano, escrito con el cuidado de quien sabe que narrar también es una forma de sanar.

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