
La vida papaya en Nueva York
Por Esteban Miranda Las ciudades, cuando son la esfinge irresoluble, se tatúan en uno para jamás borrarse. Y uno, si se vuelve digno, no de descifrarlas, pues tal cosa es una quimera, sino de comprenderlas en su misterio, se puede tatuar en ellas. Entonces, es posible que fluir entre gigantes edificios, por calles atestadas de gente presurosa, signifique la epifanía de nuestros tiempos; la trascendencia terrenal que los ancestros intuían en medio de la indómita naturaleza, asentados en valles inconmensurables y resguardados en la profundidad de la selva, sospechando, tal vez, que algún día el residuo de sus visiones se apoderaría de sus hijos para escupirlos en metrópolis como