#Exilio

Tempestades solares: los exilios íntimos de Amalia

Tempestades solares, novela de Grettel J. Singer, parece haber sido escrita con la urgencia de juntar los retazos de una vida dispersa. En sus páginas seguimos a Amalia, una mujer que escapa de La Habana con su familia y comienza un tránsito que es tanto geográfico como interior. El exilio no se cuenta aquí como una anécdota política o histórica, sino como una experiencia íntima: la de crecer en tierra ajena, la de amar y desear con cuerpos fragmentados, la de cargar con un padre tiránico y una madre frágil, y la de buscar, entre ruinas y recuerdos, un lugar donde poder reconocerse. Una boca que devora La novela abre

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Exilio en Bowery: delirios y heridas del exilio

En las primeras páginas de Exilio en Bowery de Israel Centeno, el lector se topa con una escena en un bar oscuro de Manhattan: tequila barato, humo espeso y un personaje llamado el negro Erwin que llega con noticias de un trabajo incierto. Es un arranque que condensa el tono de toda la novela: la mezcla de realismo sucio y delirio, el humor ácido y la desesperanza de unos hombres lanzados al exilio, entre la nostalgia y la sobrevivencia. Un exilio que es más que un lugar Centeno sitúa su historia en Nueva York, en el Bowery, barrio que alguna vez fue refugio de vagabundos y artistas. Pero este exilio

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Entre el exilio y la memoria: una lectura de El exilio voluntario

Publicada en 2009 y ganadora del Premio Casa de las Américas, El exilio voluntario de Claudio Ferrufino-Coqueugniot es una novela torrencial, híbrida, que se mueve entre la autobiografía, la crónica y la ficción. Escrita desde el medio oeste norteamericano, la obra recoge la experiencia migrante de un narrador boliviano que mira hacia atrás —su Cochabamba, la dictadura, la cárcel, los amigos y las mujeres— y hacia adelante —la vida en Estados Unidos, el trabajo físico, la soledad, el amor, las hijas— con una intensidad que no concede pausas. El flujo de la memoria Ferrufino-Coqueugniot no estructura su relato como una narración lineal. Más bien construye un mosaico de escenas: recuerdos

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Una patria entre paréntesis: Don’t Cry for Me América

¿Qué significa “volver” cuando una vida entera se ha construido en otra lengua, en otro ritmo, bajo otra luz? ¿Qué queda de lo argentino en un cuerpo que desayuna café americano, trabaja en inglés y cena con nostalgia? Don’t Cry for Me, América no contesta esas preguntas, las encarna. Y lo hace con lucidez, crudeza y una rara ternura. Esta antología, editada por Fernando Olszanski y Hernán Vera Álvarez, reúne a dieciocho autores argentinos que residen en Estados Unidos. El resultado es un retrato fragmentado pero intenso del exilio cotidiano, de las mutaciones identitarias y de ese lugar ambiguo entre dos pertenencias que nunca terminan de encontrarse. No es un

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El fuego que habita el centro: una reseña de Minerva de Keila Vall de la Ville

En su novela Minerva, Keila Vall de la Ville construye una coreografía narrativa  íntima, poderosa y poética. Narrada en primera persona por Minerva, una joven venezolana criada en una familia no tradicional —con dos padres y una madre—, el libro transita la memoria, la identidad, el exilio y el cuerpo como territorio en disputa. Esta es una novela que se atreve a explorar lo que significa ser “otra” en todos los sentidos, desde la infancia hasta la adultez migrante. Con una prosa que roza lo lírico sin dejar de ser profundamente terrenal, Vall de la Ville compone un retrato conmovedor y necesario sobre crecer en los márgenes, buscar el centro,

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Volver también es destierro — Una lectura de «No me hablen de Cuba», de Grethel Delgado

Una llegada sin bienvenida “Nadie me recibe y nadie me va a despedir. Hace tiempo dejé de creer en Ítaca.” Así comienza No me hablen de Cuba, con una frase que es golpe seco, confesión íntima y manifiesto generacional. En esta novela, Grethel Delgado no escribe un regreso. Escribe una herida que se reabre. La de la patria que se lleva en el cuerpo como un tatuaje borroso. Esa patria que no siempre es país ni familia, y mucho menos consuelo. El punto de partida es una mujer que vuelve a La Habana tras años de exilio. No hay épica ni romanticismo en su regreso. Lo que hay es desencanto,

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Tempestades solares: los exilios íntimos de Amalia

Tempestades solares, novela de Grettel J. Singer, parece haber sido escrita con la urgencia de juntar los retazos de una vida dispersa. En sus páginas seguimos a Amalia, una mujer que escapa de La Habana con su familia y comienza un tránsito que es tanto geográfico como interior. El exilio no se cuenta aquí como una anécdota política o histórica, sino como una experiencia íntima: la de crecer en tierra ajena, la de amar y desear con cuerpos fragmentados, la de cargar con un padre tiránico y una madre frágil, y la de buscar, entre ruinas y recuerdos, un lugar donde poder reconocerse. Una boca que devora La novela abre

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Exilio en Bowery: delirios y heridas del exilio

En las primeras páginas de Exilio en Bowery de Israel Centeno, el lector se topa con una escena en un bar oscuro de Manhattan: tequila barato, humo espeso y un personaje llamado el negro Erwin que llega con noticias de un trabajo incierto. Es un arranque que condensa el tono de toda la novela: la mezcla de realismo sucio y delirio, el humor ácido y la desesperanza de unos hombres lanzados al exilio, entre la nostalgia y la sobrevivencia. Un exilio que es más que un lugar Centeno sitúa su historia en Nueva York, en el Bowery, barrio que alguna vez fue refugio de vagabundos y artistas. Pero este exilio

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Entre el exilio y la memoria: una lectura de El exilio voluntario

Publicada en 2009 y ganadora del Premio Casa de las Américas, El exilio voluntario de Claudio Ferrufino-Coqueugniot es una novela torrencial, híbrida, que se mueve entre la autobiografía, la crónica y la ficción. Escrita desde el medio oeste norteamericano, la obra recoge la experiencia migrante de un narrador boliviano que mira hacia atrás —su Cochabamba, la dictadura, la cárcel, los amigos y las mujeres— y hacia adelante —la vida en Estados Unidos, el trabajo físico, la soledad, el amor, las hijas— con una intensidad que no concede pausas. El flujo de la memoria Ferrufino-Coqueugniot no estructura su relato como una narración lineal. Más bien construye un mosaico de escenas: recuerdos

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Una patria entre paréntesis: Don’t Cry for Me América

¿Qué significa “volver” cuando una vida entera se ha construido en otra lengua, en otro ritmo, bajo otra luz? ¿Qué queda de lo argentino en un cuerpo que desayuna café americano, trabaja en inglés y cena con nostalgia? Don’t Cry for Me, América no contesta esas preguntas, las encarna. Y lo hace con lucidez, crudeza y una rara ternura. Esta antología, editada por Fernando Olszanski y Hernán Vera Álvarez, reúne a dieciocho autores argentinos que residen en Estados Unidos. El resultado es un retrato fragmentado pero intenso del exilio cotidiano, de las mutaciones identitarias y de ese lugar ambiguo entre dos pertenencias que nunca terminan de encontrarse. No es un

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El fuego que habita el centro: una reseña de Minerva de Keila Vall de la Ville

En su novela Minerva, Keila Vall de la Ville construye una coreografía narrativa  íntima, poderosa y poética. Narrada en primera persona por Minerva, una joven venezolana criada en una familia no tradicional —con dos padres y una madre—, el libro transita la memoria, la identidad, el exilio y el cuerpo como territorio en disputa. Esta es una novela que se atreve a explorar lo que significa ser “otra” en todos los sentidos, desde la infancia hasta la adultez migrante. Con una prosa que roza lo lírico sin dejar de ser profundamente terrenal, Vall de la Ville compone un retrato conmovedor y necesario sobre crecer en los márgenes, buscar el centro,

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Volver también es destierro — Una lectura de «No me hablen de Cuba», de Grethel Delgado

Una llegada sin bienvenida “Nadie me recibe y nadie me va a despedir. Hace tiempo dejé de creer en Ítaca.” Así comienza No me hablen de Cuba, con una frase que es golpe seco, confesión íntima y manifiesto generacional. En esta novela, Grethel Delgado no escribe un regreso. Escribe una herida que se reabre. La de la patria que se lleva en el cuerpo como un tatuaje borroso. Esa patria que no siempre es país ni familia, y mucho menos consuelo. El punto de partida es una mujer que vuelve a La Habana tras años de exilio. No hay épica ni romanticismo en su regreso. Lo que hay es desencanto,

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