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MIA Unplugged

Miami Unplugged no es el primer libro sobre Miami que edita SED. Ya nos había deleitado con el libro de textos de ficción Viaje One Way: Antología de narradores de Miami. Sin embargo, esta nueva obra recopila textos de no ficción, crónicas, ensayos personales, miradas íntimas a la ciudad que ha acogido a todos y cada uno de sus autores.

Hay veintiún escritores inmersos en este tomo. Ninguno nació en Miami. Ninguno nació en Estados Unidos. Todos llegaron a Miami en busca de algo y de eso precisamente se trata el libro. Hay una pausa en la vida de cada uno de ellos, un espacio que antecede a una nueva etapa que se forja en Miami. Muchos podrían llamar a esto una fragmentación pero quizás sea un punto y coma o un punto y seguido ante una historia que se sigue escribiendo. Esto, me sorprende, se manifiesta en el propio estilo de los textos. Varios de los artículos recopilados en esta edición usan un asterisco o un número para dividir sus secciones. Es decir, varios de estos textos –cortos, vale la pena recalcar– poseen secciones. Quizás para muchos lectores resulte extraño ver divisiones en escritos de solo cuatro o cinco páginas pero en el caso de Miami Unplugged parece que las historias narradas lo ameritan. Camilo Pino escribe un párrafo sobre cómo los libros lo trajeron a Miami. Un asterisco. Luego le sigue un párrafo que habla sobre los grandes huracanes que han azotado al área. Anjanette Delgado escribe un 3 y critica a Miami por su calor y alegría –fabricada– permanente. Inmediatamente después escribe un 4 e indica que todo pasó un jueves, que su hija la llamó para darle una terrible noticia. Vera vuelve al asterisco y comenta sobre Isaac Singer y cómo este escritor pudo disfrutar en vida el homenaje que le hicieron en Miami. En la siguiente página incluye otro asterisco y habla del documental que él fue a ver sobre Singer.  Y así sigue la narración en Miami Unplugged. Quizás en fragmentos, quizás en pedazos dentro de otros fragmentos porque cada una de las crónicas que forman parte de este libro se convierte un trozo de tela. El lector debe coser los trozos y hacerse un vestido.

Aunque no puedo llamar a Miami mi hogar, sí he llevado puesta la ciudad como un vestido. Por ello me identifico mucho con sus historias. Yo viví por dos años en la ciudad y aunque dos años puede parecer poco tiempo, ese lapso marcó los márgenes de una etapa de mi vida. Llegué por trabajo así como Andrés Hernández Alende; pasé varios veinticinco minutos terribles como Gastón Virkel durante reuniones laborales; primero tuve un OPT o permiso de trabajo de un año luego de haber estudiado un posgrado en Estados Unidos y luego una visa de trabajo como Daniel Shoer Roth; y también como Daniel Shoer Roth, Miami me parecía una ciudad con gente muy superficial y en donde me costaba mucho forjar amistades; vi varias fiestas en South Beach como las viera José Ignacio Valenzuela cuando llegó al Flamingo; mi esposo, al igual que Héctor Manuel Castro, quería llegar a ser un músico famoso y ser descubierto por alguien, quizás alguien de la Sony. En fin, tantas y tantas historias que se repiten en mí, en todos aquellos que llegan a Miami buscando algo.

El hecho es que Miami Unplugged dispone de historias que han marcado de cierto modo a cada uno de sus escritores. Si al recibir la convocatoria de escribir una crónica sobre Miami, Raquel Abend Van Dalen habla de un pato atropellado en la calle, Grettel Singer comenta sobre el trabajo que tenía en un spa momificando gente, Enrique Córdoba escribe sobre taxistas haitianos y Pedro Medina nos recuerda que Bob Marley se murió en Miami, quiere decir que no son simples relatos. Son verdaderamente hechos icónicos que junto a muchos otros han definido la percepción de cada autor sobre la ciudad.

Miami, además no es solo Miami. Es todo. En Miami Unplugged se cuenta cómo es Miami, o mejor dicho, cómo son todas las Miami que existen, porque, señores, existen muchas. Bien lo apunta Enrique Córdoba cuando dice que

“Existen muchos Miami y para todos los propósitos. Para el selecto grupo de los potentados de raza y acaudalados con buen gusto. Para quienes gustan de exhibir lo que tienen con la ilusión de llegar a “ser”. Para los que solo requieren del bullicio de South Beach, una colada en la ventana del Versalles o una tertulia entre parroquianos.” (148)

Miami también es sus calles. Hay caminos que son representativos para cada persona. Hay también lugares dentro de esa gran Miami. El tráfico tan agitado y complicado del área lleva a sus residentes a mezclarse con la propia ciudad. Hay una relación muy estrecha entre los que viven Miami y los sitios porque los transitan. No en balde Luis de la Paz habla de las divisiones territoriales y culturales del downtown, Gabriel Goldberg deja su carro en la marina de Black Point para montarse en su bicicleta, Pablo Cartaya se come un sándwich medianoche en el Jackson Memorial, Carlos Pintado dedica poemas a Books and Books y Lincoln Road, Carlos Gámez va a la presentación de un libro en el Hotel Vagabond y Juan Carlos Pérez-Duthie admirablemente sabe de tantas discotecas en South Beach que no puedo seguirle el paso. Asimismo, aunque la velocidad y el apogeo de la ciudad hacen que sus lugares se queden impregnados en los visitantes y residentes, al mismo tiempo la nostalgia o la remembranza de ciertas experiencias pueden invadir a su gente. Rodolfo Pérez Valero cuenta cómo al asistir a un concierto de Simon y Garfunkel, revive las memorias de cuando era joven y clandestinamente escuchaba sus discos. Lourdes Vázquez, por su parte, rememora la celebración de una noche vieja que estuvo matizada por el sonido de unos tambores provenientes de un ritual desconocido.

¿Podemos entonces leer este libro, Miami Unplugged, y a partir de este definir qué es Miami en dos oraciones? Probablemente no. Lo que sí podemos hacer es tomar varios o todos los trozos que nos da y construir la ciudad nosotros mismos porque Miami es así: a Miami la construyen y la transforman los que la viven y la quieren y la odian. Cierro con unas palabras de Juan Carlos Pérez-Duthie al hablar de la evolución de South Beach: “¿Transformarse para bien? ¿Para mal? Cada cual juzga según el tiempo en que le tocó vivir.”


Naida Saavedra (Venezuela) obtuvo con «Vos no viste que no lloré por vos» el premio Historias de Barrio Adentro 2009 de la editorial El Perro y la Rana. Su cuento “Vestier” ganó el premio Victoria Urbano de Narrativa 2010 de la Asociación Internacional de Literatura Femenina Hispánica. En 2013 fueron publicados Hábitat, Última inocencia y En esta tierra maldita y en 2015 su primer libro de cuentos, Vestier y otras miserias. Saavedra posee un Ph.D. en Literatura Latinoamericana de la Florida State University y sus investigaciones abordan la literatura caribeña contemporánea y la Latin@ Literature, centrándose en los temas del desarraigo y la posmodernidad. Actualmente reside en Estados Unidos, donde es investigadora y docente de la Worcester State University.

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